.
El taller tiene la función de orientar a las personas con habilidades literarias, enfocándose en la redacción, creatividad y fomentando la libertad de escritura. Se analizan todos los géneros literarios: poesía, ensayo, cuento, novela, entre otros; así mismo, se da un tiempo para revisar obras de escritores reconocidos internacionalmente, se comparte bibliografía con el fin de difundir la cultura:
Actualmente el taller se imparte los Sábados, de 10:00am a 12:00pm, por Lorena Illoldi (poesía) yAlfredo Marko (cuento). La sesión consiste en la revisión de trabajos (se requieren copias del trabajo que se reparten entre los participantes con el fin de realizar anotaciones en ellas) con el fin de una mejora en la redacción y estructura de los textos.
La inscripción es para público general y estudiantes de la UAT (con un descuento a los últimos).
Te invitamos a que formes parte de este Taller de Creación Literaria, pide informes en:
- Extensión Universitaria: 31 81717 ext. 2694
- Lic. Clara García Sáenz: csaenz@uat.edu.mx
- Lorena Illoldi (illoldi_@hotmail.com),
- Alfredo Marko (leteol@hotmail.com),
- Eyra Wong (e_garibay_w@hotmail.com).
El taller está ubicado en la Dirección de Extensión Universitaria (Atrás de la Facultad de Comercio en la UAT).
domingo, 7 de junio de 2009
viernes, 5 de junio de 2009
jueves, 4 de junio de 2009
Lectura en la Feria del Libro 2009
Los integrantes del taller leímos nuestros trabajos, que a lo largo de los últimos meses hemos trabajado, corregido y vuelto a corregir, gracias al esfuerzo y la guía de Lorena y Alfredo.
martes, 2 de junio de 2009
Feria del Libro ciudad Victoria, Tamaulipas
El Taller de Creación Literaria participará el día 3 de junio en la lectura de las obras revisadas y corregidas a lo largo de estos meses.
lunes, 11 de mayo de 2009
Directriz: Lentes. Yessica Paola Puga Ferral
Tras Su Pupila
Por: Yessica Paola Puga Ferral
Creí muchas veces estar en lo correcto, que ella me amaba y su rechazo era una muestra de afecto; ni un abrazo o algún te quiero. En mi infancia jamás me contó un cuento, porque ella pensaba que historias de ésas eran patrañas. Después de todo, así terminó mi niñez: una época que no quisiera recordar, y sin embargo no olvido.
Pero desde hace varios años hice las paces con mi madre, aunque ella ni se enteró del repudio que sentí hacia su persona. Muy en mi interior la he perdonado, y ella… no lo sabe.
Me crió comportándose como una total extraña, tan inhumana y frívola que apenas recuerdo su cara. Lo hago porque siempre hubo algo que llamó inmensamente mi atención: sus lentes. Esas extrañas gafas que ni siquiera al dormir se quitaba.
En algunas ocasiones llego a pensar que no duerme, o que su reposo es tan frágil como alas de mariposa. También sospeché en cierto instante que, a través de los cristales había algo más que una mala vista, lo cual me mantenía alerta y preocupado a la vez.
Muchas veces intenté tomar por unos segundos aquellos anteojos, pero siempre terminaba encerrado en un cuartucho sofocante mientras mi madre cerraba la puerta con llave. En otras ocasiones me castigó por mirarla a los ojos, aunque sé que no me creerían a menos que vieran la marca del hierro caliente sobre mi costilla, y la cual no mostraré ni hoy ni nunca.
Por eso me cuesta trabajo imaginar cómo sería una “buena” madre, ya que las únicas caricias recibidas fueron esos terribles golpes que aún hoy me martirizan. Y después de pasado el tiempo, las cicatrices todavía duelen y magullan el corazón, no la piel. Porque el dolor siempre es mental aún en el instante.
Ha transcurrido ya algún tiempo desde que recuerdo aquello, pero el misterio que esconden sus viejos lentes persiste. ¡Sé que hay algo más que debo de encontrar! Lo máximo que sé es que una vez descubrí el lugar secreto donde mi madre los guardaba. ¿Cómo lo hice? La verdad lo desconozco, y sólo vienen a mi mente vagos pensamientos que tejen una maraña. La caja de su preciado tesoro se parecía a un alhajero, mismo que escondía pensando que lo robarían. Sin embargo, días después de que lo hallé ella lo cambió de lugar. No entendí la razón, mucho menos la cuestioné.
Sé que sonará como una enferma obsesión, ésa que poseo desde que tengo conciencia y que se volcó en una pesadilla durante las noches y los días. Pero toda mi vida gira en torno a una prohibición, cuando la pregunta de un por qué sigue sin responderse y me encuentro a punto de cumplir 26 años.
Hace unos cuantos segundos hablamos por teléfono. Al parecer saldrá de viaje. ¿A dónde? Nuevamente no lo sé, pues ella no me lo ha dicho y posiblemente no lo hará hasta mañana que se dirija al aeropuerto. De igual manera haré lo que me diga.
Hoy es el día en que ella se marchara y el despertador marca las 5:35 am. No pude dormir muy bien anoche, tal vez por la preocupación de que mamá necesitara de mí y yo no estuviera despierto. Sobre el buró junto a la cama está mi celular. Una pequeña luz azul se contempla. Hay un mensaje de voz en él: es ella.
Por hoy no iré a trabajar ya que necesita quién la lleve a tomar su avión a las 6. Demasiado temprano para mi gusto, pero por lo menos, espero que no haya mucho tráfico. Odio los embotellamientos, y los claxon resonando en mi cabeza son una tortura.
Por la Avenida Principal. Ah, la Avenida Principal. Deberían llamarle de los muertos o los choques, porque cada día en el periódico siempre aparece una nueva noticia de un carro volcado, un niño atropellado, un ciclista asesinado. Sin embargo, a diario manejo por allí. Tal vez es suerte lo que me persigue, ojalá hoy no sea la excepción. Las luces de los faroles son tenues y amarillentas. Algunas ni siquiera encienden en un tramo muy largo y apenas alcanzo a contemplar a otros autos a lo lejos, pero las personas, ¿cómo divisarlas y frenar a tiempo?
El amanecer se extiende lentamente detrás de los edificios y las colinas cercanas, hasta que de pronto, siento una vibración desesperada en mi bolsillo: el celular, ¡el maldito celular! Sé bien que sólo está presionándome como desde niño lo hizo, quiere que viva a su manera, en el tiempo en que ella quiera y ordene. Igual llegaré en 5 minutos. Espero y comprenda.
Cuando arribo hasta su hogar las maletas ya están afuera esperándome. Están disgustadas por mi retraso. ¡Pero por favor, no me miren de esa manera! Es mejor guardar la calma a terminar accidentado en ese cementerio de coches que pasé. Sí, esa que llaman Avenida Principal. ¿Y mi madre dónde está? ¿No estaba tan apurada por largarse de esta ciudad? ¡Díganle que salga o me iré!
Un sonido en el aire se escucha. Alguien o algo está susurrando, y de repente los árboles se mueven en contra del viento. Lo retan. Finalmente ella sale y cruza la puerta llevando sus lentes puestos...
Vamos madre, sube y daremos un último paseo antes de que te marches. ¡Vamos, entra al auto de una vez!
Es la incoherencia de las palabras, los lentes cubriendo sus ojos, las prohibiciones, los recuerdos, el cansancio, mi locura en ascenso. Ella se ve tan tranquila mientras aleja la mirada de mí y contempla el paisaje.
Me da rabia verla aún de reojo, ahí a mi lado sin que sienta remordimientos. ¡Pero no! Ya la he perdonado. Esto que siento no es más que una emoción pasajera, porque yo la amo y ella me ama. Nunca quiso hacerme daño con sus manos, eran caricias que decían te quiero.
Pasamos el límite de la ciudad. Los semáforos escasean y en la carretera sólo se aprecian los puntos de colores muertos. Los kilómetros son indicados en esas tan conocidas señales blancas rectangulares. Mis nervios se alteran mientras mis manos empiezan a temblar. ¡No lo puedo aguantar más! Miro hacia los matorrales que abrazan la carretera y subo la velocidad. Ella grita y suplica que pare, pero no lo haré. Ve mis ojos llenos de rabia, madre. Divísalos entre tu miedo, porque es la locura creciente que un niño trastornado jamás abandonó en sus memorias. Y si un día las pensé olvidadas, hoy sé que me equivoqué.
Doy vuelta y nos adentramos entre los matorrales forjando un camino incierto. Ella está asustada y sigue vociferando, a punto de llorar. Yo río como un maniático, hasta que de pronto freno el auto en medio de la nada.
-¡Calla madre, calla!- grito exasperado.
Ambos entramos en pánico, pero ella no se mueve del asiento. Mis manos se posan alrededor de su cuello, débil y senil. Cuando su mirada vidriosa se posó sobre mí no pude evitar odiarla aun más. Aprieto. Se retuerce. Acaricia mi mejilla. Luego su mano cae, y en ese momento, una lágrima brota. Mis nervios retornan.
Alterado tomo sus lentes y me los pongo. Lloro y río al mismo tiempo como un enfermo asesino. Pero sus lentes, esos anteojos ahora los poseo. Nunca más podrán torturarme. Entonces abro la puerta de tajo y me alejo del lugar sin mirar atrás.
Que tengas un buen viaje, querida madre…
sábado, 25 de abril de 2009
No. Carlos Vargas
No
No me da igual que se pierda la belleza ni
las buenas intenciones mueran;
me preocupa la sordera de los hombres y
las pocas palabras dedicadas a la tierra,
no me da lo mismo ser humano o animal;
que el concreto y el alambre florezcan
como aquellos que miran en conformidad.
Carlos Vargas
Directriz: Carta de amor. Carlos Vargas
A ti.
En este pequeño espacio acomodaré,
el amor y mi deseo,
cuatro líneas para pedirte que me quieras
y poder decirte que te quiero.
Carlos Vargas
Directriz: Carta de amor. Eyra Wong
La primera vez que leí sobre ti, no comprendía la magnitud de tu ser, memoricé frases e intenté pronunciar plegarias paganas. Con el tiempo he aprendido los rituales precisos para llamarte, los gestos necesarios para comunicarte mi adoración.
He imaginado el instante en que tus tentáculos acaricien mi piel, que tus garras me exciten. Sueño mis labios besándote, mientras atrapas mi cabello con tus ventosas. Quiero aferrarme a tus alas y mutar para ser uno mismo; aborrezco mi forma humana tanto como amo lo grotesco de tu ser.
Quiero pasar eones a tu lado, cruzar las puertas de la llave de plata, quiero perderme contigo en R'lyeh.
Quiero poseerte y que destruyas mis paradigmas, que penetres este amorfo recipiente y liberes mi ser, formar parte de tu sustancia y recuperar contigo los universos, enmendar el error de crear al hombre y ser parte de tu reinado.
Quiero fluir en tus venas, ser tu cuerpo, tu mente, toda en ti.
Eyra Wong
martes, 31 de marzo de 2009
Directriz: Carta de amor. Perla Guijarro
Estimado Señor, Señor Oliveira, Horacio, amor mío:
Después de largas noches de insomnio me he decidido a escribirle. Amor, usted no lo sabe pero he conocido a Julio. Debo decirle que no es un tipo de fiar puesto que en una semana de trato continuo me ha contado no sobre su vida sino sobre la vida de usted. Como no queriendo me hablo de su paso por París, me fue contando del Club de la Serpiente y de ella: la Maga. Debo confesarle también que Julio me contó todo de tal modo que yo empecé a detestarlo a usted. Me compadecía de ella, pobrecita, tan sola entre sus brazos, tan dispuesta a seguirlo a un lugar en el que usted jamás se encontraría. Fui conociendo cada uno de sus pensamientos, Horacio. Lo vi recorrer esas calles bajo la lluvia, lo vi perderse en sus propios laberintos y sin saberlo ya lo amaba, incluso cuando abandonó a la Maga de esa manera tan vil en el fondo supe que la compasión que yo sentía era por usted, pobre huérfano de vida, procreador de pesadillas.
Luego vino Talita, ella me enseñó a verlo con otros ojos, descubrí que había un Horacio que ni usted mismo conocía, un Horacio que tenía que mantenerse continuamente en acción para no dejarse devorar por su vacío. Clavar clavos; machucarse los dedos; beber mate. Todo en usted me enloquecía. Y luego, imaginarlo en ese manicomio, tan cerca de los miedos que ni siquiera había identificado, tan cerca de La Maga-Talita, tan cerca de mis celos que yo misma quise lanzarme de cabeza a esa Rayuela.
Estaba dispuesta a todo por usted, Horacio, pero la última conversación con Julio cambió por completo mi opinión. Podría fingir ser Talita, La Maga, podía incluso transformarme en Berthe Trepát. Pero, ¿Traveler? No, Horacio, mis vacíos internos no llegan a tanto. Mi amor por usted traspasa todos los vacíos pero no puedo competir con él, con ese hombre que es y no es usted; con el legionario que sí luchó las batallas que usted decidió analizar. No, Señor Oliveira, mi corazón es frágil y no soportaría que al final usted decidiera aceptar que es él y nadie más quien provoca todos sus desvelos. Me conformo con decirle que soy suya, que es usted mi espejo y él, Traveler el más distorsionado de mis reflejos.
Lo amo, estimado señor, pero se aceptar cuando he perdido. A partir de hoy soñaré con el día en que pueda gritar que lo amo y después lanzarme al Sena…
Suya para siempre… (Más nunca suya)
P. G.
domingo, 1 de marzo de 2009
Directriz: Lentes
Mis lentes siempre están ahí seleccionando, como membranas, lo que veo; acostumbrado a la realidad filtrada pienso en quitármelos pero el miedo invade, si los abandono la verdadera estampa del ambiente sería insoportable.
Carlos Vargas
Directriz de la semana: Tripas
ESA BOCA ES MÍA.
Eyra Wong
Desde niño amaba el olor del ajo cuando mi mamá lo acitronaba junto con cebolla; por fin pude lograr hacerlo y el olor es delicioso, he cerrado todas las ventanas para conservarlo dentro. Es difícil darle el punto exacto, porque puede quemarse o el aceite excesivo le quita sabor; sin embargo ahora puedo hacerlo sin ayuda sólo es necesario moderar el fuego.
La primera vez que vi a Helena, tenía un cigarro entre los labios y leía un libro, la cercanía de su rostro con las páginas hizo que arrojaran humo en lugar de letras, ella sólo observaba; vacié en su libro a punto de ser cenizas un poco del agua que tomaba, parpadeó y mientras suspiraba se levantó del suelo.
-Era la primera edición del Texto R’lyeh, valía, aún quemada más que todo lo que has ganado en tu vida.
Nunca me ha gustado desollar lo que me comeré, me parece primitivo y un acto bastante burdo, deberían hacerlo solamente las criadas y los sirvientes, personas sin educación; pero cómo confiarles a ellos tarea tan delicada, la piel debe estar antes de trabajar con ella, totalmente esterilizada, limpia hasta el fondo. Yo empiezo rasurando por completo, después lavo con jabón normal presionando para que entre a cada poro; por otro lado si la piel es removida sin cuidado podría echar a perder la carne y el platillo en sí. Después agregaré sal para completar la limpieza.
Me resultó difícil conquistar a Helena, era tan hermosa como antipática, odiaba a la mayoría de las personas y pasaba horas leyendo sobre dioses arquetípicos, creo que en el fondo deseaba convertirse en alguno de los seres de sus historias; encontraba la hermosura en ellos, amorfos, grotescos, anormales. Quizá eso fue lo que al final hizo que se fijara en mí y aceptara la invitación a tomar un whisky. Esa noche bebimos y me habló de sus ideas de la posibilidad de reencarnar, de vivir después de la muerte. Si hubiera sido uno de los hombres que ella conocía normalmente, hubiera salido corriendo; pero me enamoraba escuchar sus ideas mórbidas.
Al colocar la carne en el ajo acitronado el olor fue tan intenso que tuve que cerrar los ojos un momento antes de continuar; el sonido de la carne al cocerse es la música que más amo. Son cinco minutos en cada lado con la temperatura mínima, después doy una vuelta y el jugo que suelta la carne hará el resto. Un poco de vino tinto servirá para abrir el apetito, aún más.
Como lo imaginaba, el sexo era perfecto. Ella tenía prácticas diferentes, le gustaba que fuera rudo y yo enloquecía cuando la veía suplicar. Nunca había sentido tanta atracción por nadie, sé que no era simplemente por su belleza, su misantropía me desquiciaba. Mientras lo hacíamos nombraba demonios desterrados y dioses estelares, a veces los fonemas pronunciados me desconcentraban en ocasiones no podía parar de reír así que nos deteníamos y era cuando ella también reía. ¡Su risa era deliciosa! Nuestra relación fue simple, nadie dijo nada solo empezamos a vivir juntos. Con el tiempo las pláticas fueron disminuyendo y nos obsesionamos buscando placeres bizarros, yo la torturaba con pequeñas heridas en su espalda y piernas. Habíamos cubierto toda la casa con nuestros juegos, desde la cocina, con cosas triviales como tenedores y palillos chinos hasta el patio con espinas y cuerdas. No me gustaba que saliera de la casa, sabía que afuera tenía posibilidad de encontrar un hombre mejor que yo en cualquiera de los sentidos; mi ojo de vidrio no era tan interesante como en la adolescencia.
Ya puedo sacar la carne, el color que ha tomado me recuerda a Helena es parecido al tono de su cabello rojo con negro; al cortar ha salido un poco de sangre. Siguen las vísceras preparadas con anterioridad, es importante lavar con cuidado, sacar los deshechos y limpiar a conciencia. El riñón tiene dos horas en agua con sal, esto para quitar el olor; lo dejaré cociendo en agua limpia con unas hojitas de orégano. En cambio el hígado lo prepararé con laurel y pimiento, un poco de ají para contrastar el sabor. Por otro lado, el intestino delgado, es algo nuevo para mí; me dieron unas recetas, pero primero he abierto en canal y corté en cuadros pequeños, lo freí en aceite de oliva.
Un año pasó y buscamos fetiches individuales para compartirlos después, no podíamos detenernos y tuvimos que inventar palabras clave para señalar un alto en las relaciones; así no corríamos riesgos. Eso a raíz de una noche en la que poco faltó para que la asfixiara de verdad, pedía ayuda pero como sabía que la excitaba el rol de víctima, no me detuve hasta que vi sus ojos en blanco, entonces supe que debíamos tener más cuidado. Ella me repetía constantemente que era mía, que podía hacer con ella lo que deseara, que nunca me dejaría, pero mis celos aumentaron y sin razón. No la dejaba salir, yo compraba todo después del trabajo y ella se quedaba leyendo, escribiendo, imaginando nuevas formas de torturarnos. El día que la vi en el buzón, traía una bata, la tomé del brazo y la metí a jalones; empecé a dejarla encerrada bajo llave. Ella debía ser sólo para mí, no podía compartirla con el resto del mundo. Pero no podía poseerla, por más que lo intentara. El sexo era imposible de mejorar, la tenía para mí todo el tiempo pero aún así no la poseía por completo. Cuando me hablaba de otras personas, de su familia que ya no veía, de algún amigo que extrañaba la golpeaba; odiaba no poder poseer su pensamiento, sus sueños. Me volvía loco el hecho de saber que ella pensaba y que en sus pensamientos no estaba yo, que no podía verlos, que no los conocía. Entonces lo decidí.
Ahora debo acomodar la comida con gracia, es también un arte decorarla. He puesto un poco de aderezo en el plato y en seguida coloqué el trozo de carne, aún con gotitas rojas encima; las hierbas finas estaban a un lado y cerca de ellas el intestino en pedacitos, los olores dentro de la casa eran magníficos, cerré los ojos mientras maniobraba la sal y la pimienta. Me gustaba saborearla con todos los sentidos.
La comida me ha quedado deliciosa, cada parte de ella me hace confirmar que era ésta la única forma en que podía ser mía por completo.
miércoles, 25 de febrero de 2009
Directriz: Lentes
Eyra Wong
Directriz: Lentes
Mis lentes siempre están ahí seleccionando, como membranas, lo que veo; acostumbrado a la realidad filtrada pienso en quitármelos pero el miedo invade, si los abandono la verdadera estampa del ambiente sería insoportable.
martes, 10 de febrero de 2009
lunes, 9 de febrero de 2009
Directriz: Mango. Eyra Wong
Eyra Wong
Manos tanteando,
lo desnudé
contemplé su forma
y mordí;
labios se abren y entra,
sale, suspiros
termino
su jugo en la garganta.
Directriz: Mango. Yessica Puga
LIGADURAS
1ª Corrección
Yessica Paola Puga Ferral
Se sentó en una banca, bajo la sombra de un árbol torcido e invadido por la plaga. Melancólico se quedó ahí admirando el paisaje, inmóvil.
La brisa matutina de otoño comenzó a rozarle la cara y las manos, mientras se colaba hacia sus piernas a través de su traje. Con desesperación se desarregló la corbata que día a día usaba; aquella de destellos plateados que siempre prefiere y puede describir hasta con los ojos cerrados.
El amanecer comenzó a cobrar vida, absorbiendo por completo la oscuridad. Entonces se llevó las manos a la cabeza, alborotándose el cabello y agachó la mirada.
Al pasar por ahí un pájaro le siguió con la vista hasta donde se detuvo a reposar sobre la rama del árbol podrido.
A lo lejos, el hombre vio con sorpresa una fruta aún verde. No había hojas ni pequeños brotes creciendo en la planta, sin embargo, como si fuese un milagro, aquel mango había sobrevivido a la mortal epidemia.
Extrañado se quedó contemplándole largo rato, y sin hacer nada más, comparó sus vidas tan parecidas. Porque cuando todo en los alrededores se tornaba agonizante, él seguía existiendo, pensando con nostalgia que lo amado habría de perecer.
La tarde va cayendo sobre el lugar. Las cosas están igual: el hombre sentado en la banca contempla al solitario mango que el pájaro le mostró aquella mañana. El avecilla descansa sobre la rama, la gente pasa ignorándolos.
De pronto los lazos se rompen y el hombre se marcha. “Regresaré…” ha asegurado, y el pájaro emprende el vuelo en dirección contraria.
Al día siguiente se encuentran de nuevo en el sitio. Todo sucede como la primera vez… así será una semana entera, mientras el mango va madurando.
Han pasado 7 días y el mango está de un hermoso color amarillo con tintes naranjas. Pero hoy la rutina será diferente.
Ya son las 8 de la mañana, y el hombre siempre puntual parece retrasado. El pajarillo está allí, pero se dirige a la banca y se posa sobre ella. Una sombra entre la neblina se acerca lentamente: ¡el hombre al fin ha llegado! Lleva puesto un sombrero que ensombrece su rostro, pero aún así las ojeras son visibles. Pasan las horas, la tarde se esfuma envuelta en una aurora rojiza. Esta vez los tres se quedarán hasta el próximo amanecer.
Hoy, bajo la sombra del árbol podrido la gente divisa perpleja a aquel hombre sentado con la cabeza inclinada: está muerto. El ave tampoco está ahí, donde solía estar. Al anochecer, un halcón buscando presa le asesinó. Y el mango dorado en estos momentos sobre el suelo está caído.